Hace unos años era un “adicto” a las competiciones e incluso coleccionaba dorsales (10 km, medias maratones, maratones, ultras….) pero tras experimentar una evolución interna de determinados conceptos mentales y físicos llegue a ciertas conclusiones y deje de competir…. ¿Porqué?
La filosofía de cualquier competición es la búsqueda y captura de un resultado óptimo que esté por encima de otros resultados en condiciones similares. Si analizamos el concepto de competir en su acepción más saludable podemos definirlo como una voluntad de superación y evolución. Pero si seguimos esta dinámica de forma automática podemos llegar a un nivel digamos “neurótico” y ese afán competitivo lo llevamos al nivel de basarlo todo en nuestro esfuerzo y sacrifico para conseguir aprobación y admiración por parte aquellos que no puede alcanzar nuestro status.
El espíritu competitivo mal entendido potencia nuestro perfil menos sano y evoluciona hasta convertirse en la búsqueda constante de ese reconocimiento y/o admiración que centramos en la comparación en relación al fracaso de los demás. De modo que inmersos en este círculo no somos capaces de encontrar una satisfacción real que consiga conformar nuestro espíritu y nos introducimos de forma inconsciente en una atmósfera nada apetecible, experimentamos sensaciones en absoluto deseables como cansancio acumulado, malestar, envidia, estrés, ansiedad, inseguridad… Esto nos empuja a intentar alcanzar el máximo de nuestras posibilidades, la comparación es constante e inevitable…
La reflexión interna sobre nuestras posibilidades reales y la aceptación de las mismas es desplazada por la necesidad de reconocimiento externo y nos convierte en dependientes de los demás y esto influye en la activación de nuestro propio desequilibrio mental.
Por cierto, mi última competición “oficial” fue en las 24 horas en pista… Desde entonces puede decirse que he sido un corredor más equilibrado.
¿Cuál es tu reflexión?
La filosofía de cualquier competición es la búsqueda y captura de un resultado óptimo que esté por encima de otros resultados en condiciones similares. Si analizamos el concepto de competir en su acepción más saludable podemos definirlo como una voluntad de superación y evolución. Pero si seguimos esta dinámica de forma automática podemos llegar a un nivel digamos “neurótico” y ese afán competitivo lo llevamos al nivel de basarlo todo en nuestro esfuerzo y sacrifico para conseguir aprobación y admiración por parte aquellos que no puede alcanzar nuestro status.
El espíritu competitivo mal entendido potencia nuestro perfil menos sano y evoluciona hasta convertirse en la búsqueda constante de ese reconocimiento y/o admiración que centramos en la comparación en relación al fracaso de los demás. De modo que inmersos en este círculo no somos capaces de encontrar una satisfacción real que consiga conformar nuestro espíritu y nos introducimos de forma inconsciente en una atmósfera nada apetecible, experimentamos sensaciones en absoluto deseables como cansancio acumulado, malestar, envidia, estrés, ansiedad, inseguridad… Esto nos empuja a intentar alcanzar el máximo de nuestras posibilidades, la comparación es constante e inevitable…
La reflexión interna sobre nuestras posibilidades reales y la aceptación de las mismas es desplazada por la necesidad de reconocimiento externo y nos convierte en dependientes de los demás y esto influye en la activación de nuestro propio desequilibrio mental.
Por cierto, mi última competición “oficial” fue en las 24 horas en pista… Desde entonces puede decirse que he sido un corredor más equilibrado.
¿Cuál es tu reflexión?