Tras el último Maratón de hace un par de días, esta última noche ha sido inquieta… No has conseguido alcanzar el nivel de confort deseado en tu descanso nocturno. Tu mente ha trabajado constantemente sin que puedas hacer nada por evitarlo… Han sido unas horas en una especie de semi inconsciencia relativa. Te has despertado a la hora prefijada, sin necesidad de que suene la alarma de tu Casio PO-16… Y la sensación ha vuelto a ser la misma. Tu cuerpo se muestra disconforme, no quiere permanecer más minutos en posición fetal… Tus piernas empiezan a balancearse bajo las sábanas y sientes que esa especie de fluido interior recorre tus extremidades y te impulsa a levantarte…
Apenas el Sol se vislumbra entre las nubes y se esfuerza por emitir leves destellos de luz... Y has abierto tus ojos a un nuevo día. Rápidamente intentas visualizar las imágenes que han desfilado en las horas previas de relativo descanso. Y, más que imágenes, en tu retina desfilan siluetas que te recuerdan gestos y palabras ya conocidos repitiéndose a sí mismos en un bucle sin fin... Te miras en el espejo y, sin dudarlo, sumerges tu rostro entre tus manos rebosantes de agua fría al menos en un par de ocasiones… Eres consciente de que el tiempo nunca se detiene, de que la vida sigue siempre su devenir cotidiano, de que cada momento es irrepetible, de que lo que has vivido es ya historia y de que en los instantes venideros que te corresponde vivir quizás puedes encontrar algún indicio, alguna respuesta o, al menos, la oportunidad de intentarlo… La vida, tú vida, se activa un día más… Sin hacer demasiado ruido, sin apenas ser consciente de tus actos. Es como un inmenso escenario en el que te integras sin apenas percibirlo..
Durante unos segundos cierras los ojos e inspiras profundamente. Buscas encontrar en algún rincón de tu mente cualquier pequeña señal, algún mínimo indicio de que hoy puede ser diferente…. Quizás hoy puedas reencontrar una parte de ti frente al mundo…
Lentamente inicias el ritual previsto… Tienes hambre de kilómetros, de velocidad purificadora. Frente a ti tan sólo arterias interminables de asfalto y tu mirada fija en el horizonte… Ansías ese momento… Te vistes lentamente, casi como si fuese un acto litúrgico… Te ajustas tu casco hasta encontrar el punto exacto que buscabas… Los guantes requieren una atención especial… Vas encajando dedo a dedo hasta lograr su perfecta acomodación. Te ciñes el cortavientos y una vez equipado, de forma inconsciente, adaptas tu anatomía a tu indumentaria con varios gestos repetitivos que te hacen sentirte ya dispuesto para iniciar tu singladura…
Tienes tu bicicleta a punto desde el día anterior, las cámaras de aire en su justa presión, los platos y piñones perfectamente engrasados… Se respira en el aire un flujo que te incita a empezar cuanto antes. Te sitúas frente a ella y tomas posesión de la máquina... Ese pequeño gesto te sienta bien, te hace sentir diferente, de alguna forma te reconoces en él. Empiezas a experimentar aquella sensación que tanto deseas, que cada día buscas con mayor insistencia… Muy levemente los latidos de tu corazón van incrementando su frecuencia… El sonido metálico al encajar las calas indica sin discusión que inicias la marcha…. Has reiniciado tu Cateye y el sensor ubicado en los radios de tu rueda delantera capta la dinámica del movimiento y se activa la secuencia de suma de segundos, minutos, horas quizás…
Tu sistema cardiovascular empieza a funcionar a un ritmo distinto cada vez que aumentas la cadencia de los pedales... Tus vasos sanguíneos se contraen cada vez con más fuerza, tu pedaleo es constante y cíclico y sientes que tus pulmones se abren de par en par mientras respiras el aire a borbotones… Estas rodando cada vez más centrado en tu trayectoria, absorto en la simbiosis con tu máquina. Levantas tu rostro y sientes en tus mejillas y en tus brazos el impacto tenue de las gotas de lluvia que salpican la carretera. Entonces experimentas una indescriptible sensación de libertad. Todo tu cuerpo está perfectamente acoplado a la máquina, incluso dirías que ambos sois un único elemento indisoluble….
Cada golpe de pedal es un paso más hacia el encuentro contigo mismo. Tras de ti la estela de tu trayectoria va dejando huellas imperceptibles de un tiempo pasado al que nunca regresarás… Avanzas con decisión, con el horizonte dibujado entre ceja y ceja… Tus músculos se flexionan acompasadamente y el aire que golpea tu rostro oxigena tu mente. Te sientes algo mejor… Te sientes un poco más libre… La velocidad fluye a través de todo tu ser, cada vez más rápido, cada vez más cerca de ese sendero que siempre has querido encontrar… Tienes toda la motivación necesaria para intuir el camino a seguir… Sigues avanzando… El viento surca la anatomía de tu figura sobre la bicicleta y dibuja ondas imperceptibles tras de ti... La vida es un largo trayecto hacia algún lugar. La vida es un movimiento constante hacia alguna parte. Y lo sabes…
Te dejas llevar y buscas fundirte en la distancia, buscas integrarte en ella para reencontrarte a ti mismo, desnudo ante tu conciencia… Buscas el significado de tus propios sentimientos, de tus dudas, de tu propia vida…
Sigue pedaleando… Porque aunque tú no lo sepas, no estás solo. Sigue rodando… No pares nunca……
Lo cierto es que quieto descansando es imposible tenerte , envidia sana maestro es la que te tengo ,saluddos y sigue disfrutando de todo lo que haces
ResponderEliminarQue bonito lo pintas tio, yo habria dicho " una bici, me monto y ale a hacer kms" pero claro... lo tuyo es oficio tio. Un saludico y m'agustao.
ResponderEliminarVaya verso has hecho hoy, Carles. Cómo me gusta el modo de explicar y describir las sensaciones.
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